sábado, 22 de diciembre de 2012

¿Dónde esperamos que nazca Jesús?

Se nos viene la Navidad encima, y entre tanto regalo, centros comerciales y "Jingle Bells" se nos pasa lo más importante: El nacimiento de Cristo.
 Más allá del repetido -y hasta manoseado- discurso de volver a los orígenes y acordarnos de aquella pareja de Nazaret que viajaba a Belén para dar a luz a un hijo, lo importante es tener la certeza de que el nacimiento de Jesús en un pesebre pobre, ruinoso y sin olor a flores es más actual  y urgente que nunca. Navidad no se trata de "recordar"  a un Dios que elige solidarizar con la humanidad , sino celebrar que Dios en Jesús nace en todos nosotros: en nuestra pobreza, en nuestra vida cotidiana, en nuestro trabajo, en nuestros amigos y en nuestra familia, y todo esto nos lleva a una gran pregunta
¿Dónde esperamos que nazca Jesús?

Pensemos en nuestro Chile, con sus calles, las ferias, sus poblaciones, sus barrios, su gente, la ciudad, el campo, el mar, los hielos, la sequedad del desierto.
 ¿Dónde esperamos que nazca Jesús?
Pensemos en la política, los empresarios, los medios de comunicación, la violencia, la mentira, la corrupción, la injusticia e inequidad de la que son víctima cientos de miles de nuestros hermanos.
En esta Navidad el Niño Jesús nacido pobre entre los pobres, bajo un puente y al escuálido calor de un bracero nos llama la atención, nos hace combatir el egoísmo para que pueda nacer también en las oficinas de aquellos grandes edificios de los grupos económicos, en las salas de reuniones de los gobernantes, en los sets de televisión, en las iglesias que se han creído un club privado de elite y se cerraron para muchos hermanos, y en tantas partes donde falta que su brillante y sencillo mensaje ilumine habitaciones sumidas en la oscuridad de la comodidad y el egoísmo. 
Hagámonos la pregunta esta navidad -¡pero hagámosla de verdad!- 
¿Dónde esperamos que nazca Jesús?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Impermeables

Cuando llueve nos acostumbramos a ver muchos de estos impermeables, o incluso los usamos. Nos protegen de la lluvia, no dejan que entre una sola gota de agua y nos mantiene secos. En definitiva, no dejan que nos afecte lo que viene de afuera, lo que podría mojarnos o causarnos un resfriado. Nos aíslan.
Pensemos. Terminó la época de lluvia, ahora sale el sol, hace más calor, explotan las risas, florece el jardín y todo toma color de vida y renuevo. ¿Seguimos con los impermeables puestos?
Hay violencia, pobreza, inequidad, injusticia, delincuencia, enfermedad.
¿Seguimos con los impermeables puestos?
Nuestros hermanos humildes nos hablan, nos enseñan su historia, nos piden ayuda.
¿Seguimos con los impermeables puestos?
Todos participamos de una sociedad que nos propone sofisticados "impermeables" como sistemas normales de vida. Como podrán ser los porteros eléctricos: te comunicas con el que toca el timbre sin involucrate con él. Supermercados construidos de tal manera que puedes comprar sin hablar con nadie. Universidades que atosigan a sus estudiantes con estudios, exigencias y exámenes para que no "pierdan el tiempo" con otras cosas que los involucren en el país. Sofisticados sistemas de comunicación en el que navegas, chateas, opinas, compras, vendes sin involucrarte con nadie. Los ejemplos son miles, el objetivo uno: no involucrarse, no mojarse con la lluvia, quedarnos comodamente "secos". La sociedad nos enseña a no sacarnos los impermeables.
Pero la Iglesia Católica sigue a Cristo, el Hijo de Dios, quien no tuvo reparos en mezclarse con la humanidad, involucrarse para siempre con el ser humano. Esa es la misión que a la Iglesia le toca prolongar en el tiempo. Por esto la Iglesia nos invita a involucrarnos con otros, a "sacarnos los impermeables", como lo hizo Cristo, como lo hizo Alberto Hurtado, como lo hicieron miles de laicos a lo largo de la historia.
¿Queremos seguir con los impermeables puestos?

viernes, 26 de octubre de 2012

Canto.


Señor nuestro,
Acompaña a los que, vueltos a la calle,
No les queda otra alternativa que tomarla
Y hacerla suya;
Pasar de ser un murmullo bajo un puente,
A ser un canto liberador.

Dejanos hacer gritar los dolores
De nuestros pueblos,
Pa’ que tus pueblos adoloridos se levanten
A cantar el amor verdadero

Que resuenen las puertas y las ventanas del cielo
Con las andanzas de nuestras voces vivas

Que Jesucristo camine en nuestros carnavales
Y alimente nuestros corazones
Pa’ que su sed de justicia nunca acabe,
Y brote en cada palabra que se haga carne
Al retumbar nuestros pasos,
Nuestras manos.

Danos fuerzas pa’ no dejar de cantar,
Pa’ que nuestros hermanos se vayan librando de sus cadenas.

En cada son de nuestro caminar,
Que nadie decaiga en este andar,
Que tus pueblos nunca dejen,
Nunca dejen de cantar.

miércoles, 10 de octubre de 2012

De risas, silencios y pan amasado


Siempre dije que ese lugar tenía los atardeceres más hermosos de Chile. He viajado y visto otros muchos ocasos y no me arrepiento de lo dicho. Recuerdo que luego de un arduo día de trabajo en el pueblo, pintar la vieja capilla, visitar las casas de la gente para conversar de la vida, las siembras, de su trabajo, del Dios de Jesús, jugar con los niños, la liturgia del día y trabajar con los campesinos y las mujeres en los talleres, sentarse en las escaleras de esa pequeña escuela rural a mirar cómo el sol se ponía entre los cerros -penosamente repletos de pinos de la Celulosa- era lo más bello y grato. Siempre que me sentaba ahí llegaba con andar alborozado "Cooper", un quiltro simpático con aspecto de labrador que se posaba a mis pies y debaja que le acariciara la cabeza.

Pero de Bajo Perquin nunca olvidaré a María, una maravillosa mujer ya entrada en años, madre de dos hijos. Vivía junto a su esposo en una humilde casa en el terreno de la escuela, donde trabajaban cuidando y manteniendo el lugar. Ella siempre nos recibía en la mañana y nos despedía al anochecer con una sonrisa hermosa, su franca sonrisa campesina. Siempre recordaré cuando un día ella salió a mi encuentro cuando cansado y sediento volvía de visitar las casas.
-¿Tienes sed?- Me preguntó .
No alcancé a abrir la boca -debió adivinarlo en mi mirada- cuando me invitó a pasar a su casa. Adentro nos sentamos en unas sillas blancas de plástico. Sobre una mesa cubierta con un mantel del mismo color puso un jarro de jugo en sobre y dos vasos de vidrio.
Conversamos largo y tendido, ella me contó de su vida, las preocupaciones, sus hijos -que correteaban por ahí-, sus sueños, frustraciones, su trabajo y también me preguntaba curiosa cómo era la vida en la ciudad. Yo le dije que en la ciudad gris la gente era diferente, más callada, menos cariñosa, preocupada de sus propios asuntos, pero que también existían hermosos lugares al igual que hermosas personas.

Los encuentros se fueron haciendo más frecuentes y la visitábamos con otros misioneros; siempre nos ofrecía pan amasado y una buena conversación en donde aprendíamos los unos del otro.
María sin querer me fue mostrando, como decía Esteban "una Iglesia modesta con olor a tierra, construyendo un mundo justo con sudores humanos", una Iglesia curtida de esfuerzo y trabajo al igual que sus manos, que eran suyas y del pueblo, y de Cristo que se hacía presente en medio de las penas y alegrías de esa gente. Sus sencillas palabras llenas de fuerza y amor calaban fuerte en mi, cada vez que la oía veía a un pueblo entero y a Jesús.
La última vez que la vi fue en la misa final. Nos despedíamos de la comunidad, era una gran fiesta donde todos aportaban con algo para beber y comer...la gente del pueblo se reunía y todos alrededor del altar agradecíamos la misión que llegaba a su fin.
Abrazos, despedidas, llanto, risas. La camioneta se alejaba y al camino salió María a despedirse de nosotros. Movía su mano en el gesto universal de despedida mientras nos sonreía con una sonrisa hermosa, su franca sonrisa campesina.

(Este cuento pertenece a una serie de mis mini-cuentos llamada "Seis encuentros con el Nazareno".)

viernes, 28 de septiembre de 2012

"¡Pierre, amigo, el pueblo está contigo!"



"Que sea contigo justicia de pobres,
respeto de débiles,
y vaya contigo, sin doblar la cabeza
a los amos del dinero y de la fuerza."
(Esteban Gumucio SS.CC.).

Escribo estas líneas pocas horas después de que partieras a reencontrarte con nuestro Padre, es curioso, porque sin conocerte siento tu muerte muy cercana, vivida, compartida. La siento así porque tu fuiste voz de los sin voz, fuiste amigo de la justicia, la vida y la paz.

Quiero agradecerte por la misión que con tanto esfuerzo, horas sin dormir, valentía y amor sembraste en tu amada población de La Victoria y en un Chile en que la muerte y el miedo eran pan de cada día.
Hay una profunda gratitud en la gente; en tiempos oscuros, diste una luz de esperanza. Fuiste haciendo de tu hogar una población en donde el Reino de Dios irrumpió en forma de una Iglesia modesta, pero una Iglesia de la gente, en donde todos tenían cabida, una Iglesia que no temió pararse frente a los hombres de uniforme para impedirles el paso, una Iglesia herida de bala -como la que fulminó la vida de tu amigo y compañero Andre-, una Iglesia abierta y fraterna.
¿Sabes? Me apena terriblemente tu partida, una extraña congoja se apodera de mi corazón, pero me llena de esperanza tener la certeza de que en tu trabajo nos dejaste un legado que nosotros debemos acoger y responsabilizarnos. Como Iglesia debemos seguir tu lucha, la lucha también de Andre, del Cardenal Silva, del Padre Mariano Puga, del Obispo Alvear y tantos otros que en silencio han contribuido a hacer de nuestra Iglesia y nuestro país un lugar más humano, justo y para todos.

Descansa Pierre, descansa. Ayer luchaste y arriesgaste tu vida por alcanzar la paz y el entendimiento, hoy te toca descansar en los brazos de Dios.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Iglesia y compromiso social.


"Busquen el Reino y su Justicia"
Mateo 6, 33.

El mensaje de Cristo es claro, además de ser más actual que nunca y una llamada a actuar "BUSQUEN LA JUSTICIA".
Hoy, la situación de Chile nos hace ser uno de los países del mundo con la mayor brecha entre ricos y pobres, con una desigual distribución del ingreso y una educación cara, deficiente y que difícilmente hace a los niños y jóvenes realizarse y trascender. Las calles rebosan de la lucha justa de hombres y mujeres que claman para que sus necesidades sean atendidas por instituciones y gobernantes que parecieran marginarlos aún más, tacharlos de agitadores y desoírlos sin voluntad.

¿Qué podemos hacer nosotros como seguidores de Cristo? ¿Cómo enfrentar tanta desigualdad? Él no temió denunciar a los opresores, Él dedico su vida al servicio de los más desprotegidos y marginados de su sociedad. Nosotros ante tanta injusticia social debemos configurar nuestra vida con la vida de Cristo, no distanciarnos de las penas y alegrías de nuestra gente; involucrarnos desde nuestra realidad a contribuir con la construcción de un Chile más solidario, inclusivo y fraterno. Más allá de las posiciones políticas, debemos revisarnos como Iglesia ¿Qué estamos haciendo para lograrlo? Mucha gente no confía en la Iglesia, eso es un hecho ¿Por qué? Digámoslo sin rodeos, fuera de los terribles abusos existe un universo de católicos que ha querido hacer de la Iglesia un club de elite privado a los más postergados y los pobres de nuestra sociedad ¿Esa Iglesia es la que le hace bien a nuestro país? ¿Esa es la Iglesia de Cristo? No, definitivamente no lo es. Nosotros como Iglesia debemos mostrarnos con humildad y dispuestos a salir al encuentro de los rechazados y olvidados; nuestro compromiso es acoger, acompañar, luchar y crear una sociedad más justa desde el Evangelio, al ejemplo de Jesús. Nuestro deber es hacer de la Iglesia un lugar donde la fraternidad y la aceptación sean el Pan de cada día. 

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La Iglesia que construir.

La Iglesia ha perdido la confianza de muchas personas, y con justa razón; los abusos, las puertas cerradas, las ignorancias, la violencia intelectual y tantas otras cosas  han desilusionado a personas que buscaron una respuesta y ayuda concreta para sus problemas. Estas situaciones nos deben ser más importantes que nunca. A 50 años del Concilio Vaticano II debemos nuevamente reflexionar como Iglesia. ¿Estamos haciendo bien las cosas? ¿Nos estamos esforzando por construir una Iglesia para todos? Sabemos que la Iglesia cumple una labor social que no es menor, con misiones en los países más pobres y postergados, llevando la Palabra a los rincones más recónditos del mundo y a los desesperanzados, proporcionando ayuda médica y social a los más necesitados. Pero no nos quedemos en eso, es muy cómo sentarse y pensar que en algún otro lugar se está haciendo un gran servicio y con ello "dormirse en los laureles". Estamos pasando por una crisis, debemos enfrentarla con determinación y con fidelidad, teniendo fe en que nuestro Padre siempre quiere lo mejor para nosotros, pero para eso hay que estar alertas a la realidad de nuestro país y la realidad social que vivimos como Iglesia; no es necesario mirar demasiado lejos para darse cuenta que en nuestro país hay sectores que han sido postergados e incluso olvidados por las instituciones. Nuestro apostolado está en construir una Iglesia que haga suyas las penas y problemas de esas personas; para eso debemos estar conscientes de que la misión no le pertenece solamente a los consagrados o a aquellos misioneros que dan sus vidas en lugares agrestes y hostiles. Es tarea y responsabilidad nuestra también trabajar por la construcción del Reino en armonía y coexistencia. Por otro lado, las personas con carencias socio-económicas no son solamente los más afectados de este olvido, a veces idealizamos la labor social en los más desposeídos materialmente hablando, pero olvidamos a los que teniendo todo no tienen nada; los grandes pobres, gente que puede ser nuestro compañero de trabajo, colegio o universidad. 
Gente que necesita cariño, gente que se ha alejado de la Iglesia por alguna mala experiencia y necesita ser incluida en un ambiente de tolerancia, respeto y fraternidad; urge acompañarlos y acercarlos nuevamente con mucho cariño, mostrarles el verdadero rostro de Cristo y acogerlos en el seno de una Iglesia en donde no se mira cuánto hay en el bolsillo, sino que se trabaja para llenar el corazón. Ya lo decía el Monseñor Juan Ignacio González, "La Iglesia debe presentarse al mundo con humildad". Pidamos al Señor que nos ayude a construir una Iglesia inclusiva y entre todos, que sus puertas estén abiertas para quien la necesite y que la alegría sea también el motor para actuar en sociedad.
Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

domingo, 19 de agosto de 2012

La misión social del universitario


Hace sesenta años atrás, el Padre Hurtado daba un retiro a los jóvenes de la Acción Católica y les hablaba de la misión social del universitario. Tema que en ese entonces era de suma importancia y que hoy, más que nunca adquiere un significado trascendental producto de la situación actual que vivimos como país.

Se habla mucho de acción social, hemos visto muchas instancias en que nos hemos movido por el prójimo como voluntarios en distintas campañas de la más diversa índole; Aquellos voluntarios en su mayoría eran gente que estudiaba en colegios, institutos y universidades.
Ellos, como San Alberto decía “Deben tener una preocupación especial por estudiar su carrera en función de los problemas sociales propios de su ambiente profesional.” Y esa preocupación los llevo a tomar un martillo, una Biblia, un libro para enseñar a leer, o lo que tuvieran a mano para servir a los demás. No dudaron en decirle al Señor un sí fuerte y claro, ir a donde se les llamaba y servir en alegre sacrificio.

¿Pero cuál es la primera misión del estudiante?
Naturalmente, es la de su formación intelectual. El joven católico debe ser un estudiante y un estudiante constante. Aprender, leer, escribir, nutrirse de información que sirva para sus estudios, para su carrera y que la misma sea un servicio a los demás. Si se va a hacer acción social sin una base intelectual se está haciendo un trabajo vacío, un trabajo sin fundamento. Por eso es muy importante saber para qué se está haciendo lo que se está haciendo. La formación intelectual es un pilar en esta materia.
Hay quienes dicen que la formación intelectual viene primero, seguida de la espiritual y por último –cuando el individuo está plenamente formado- la social, pero la formación intelectual nuevamente es vacía y sin sentido si no es complementada desde siempre con la espiritual y la social. No se puede concebir una sin las otras dos latientes en unidad.

No es que la misión social del estudiante vaya separada de la misión formativa del mismo, ya que no se debe interrumpir el estudio para actuar con caridad, se debe actuar con caridad en el estudio. Hay que preguntarse constantemente ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Imitar a Cristo en el actuar diario, en la rutina, en lo cotidiano y volverse a preguntar ¿Qué haría Cristo en mi lugar de ESTUDIANTE?

Lo primero y más importante es ser consientes y estar atentos de la realidad social que nos rodea. Para eso el Padre Hurtado, siendo un joven estudiante de derecho pasaba tiempo en los Patronatos, prácticamente los lugares más marginales de la ciudad. Estaba con la gente pobre para vivir en carne propia lo que ellos vivían a diario, ellos fueron sus formadores intelectuales, espirituales y sociales. No bastaba la limosna que muchas veces carece de sentido, se involucraba en aquellos lugares para en medio de la acción social encontrar a Dios en el rostro de esa gente.


La misión social del estudiante es reconocer que los problemas sociales deben tener soluciones SOCIALES apoyadas en las instituciones, debe acompañarse de la conciencia y la estructura social. Aquellos problemas son morales, hay que tener interés en los medios prácticos para solucionarlos.
El estudiante es el cerebro, el obrero intelectual. Traduce problemas en soluciones técnicas, factibles.

La misión social del estudiante, del universitario es involucrarse en, por y para Cristo en los problemas que afectan a nuestro prójimo.
La vida del estudiante debe ser, cómo decía el Padre Hurtado “Una misa prolongada”.



Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

domingo, 8 de julio de 2012

Amigo de los sencillos.

"Cada vez que hayan hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, lo han hecho Conmigo."

Juan 12, 1-11.


El Nuevo Testamento recorre la vida de  un Jesucristo itinerante, de un incansable viajero que llevaba la Buena Noticia de un Dios que salva, de un Dios que perdona, de un Dios que ama a todos sus hijos con un amor inmensamente sobrecogedor. El Nuevo Testamento nos muestra a un Cristo que camina entre los humildes poblados de Galilea, entre los bulliciosos mercados, entre las caletas de pescadores, entre los cobradores de impuestos, entre las polvorientas calles, junto a los leprosos, los niños, las viudas y los pobres.
Jesús no niega su amor a nadie, no lo priva, no pone requisitos, pero lo abre especialmente a los marginados de su tiempo; los judíos en su tradición religiosa y social consideraban a los pobres, a las mujeres solas y a los enfermos como personas inferiores, y por tanto, con una dignidad inferior -y en algunos casos, indignos e indeseables-. Jesús viene a romper con esos paradigmas. Él, arriesgando su nombre y su prestigio de parte de sus pares y contemporáneos se dedica a curar a los enfermos, a darle esperanza a los pobres, a acompañar en el dolor a las viudas, y no sólo eso, sino que anuncia la llegada del Reino de Dios para ellos -Lo que debió haber sido un escándalo para los Fariseos y Maestros de la Ley-. Jesús proclama el Reino para los pobres, los pequeños y los marginados, para los que sufren, para los oprimidos por la injusticia. El Reino de Dios es para todos, ¡pero con cuánto más gozo lo reciben aquellos pequeños! Los dignifica, los levanta, les vuelve la vida y los hace felices.
Cabe preguntarnos ¿A quién les anunciaría hoy Jesús el Reino? Nuestras sociedades han avanzado, nos hemos ido tecnologizando cada vez más y más, los "estándares de desarrollo" van por las nubes ¿Pero quiénes están debajo de todos esos gráficos, detrás de todas esas cifras? Hay personas sin techo, indígenas violentados, minorías ignoradas. Sin duda, Cristo hoy estaría anunciando el Reino en las poblaciones, en las comunidades indígenas, en las plazas, en las calles. Las marchas, la fábrica, en la ribera del río Mapocho.
Cristo hoy se sentaría a la mesa con los drogadictos, los indigentes,  las prostitutas. Compartiría el pan con los indeseables, anunciaría el Reino a los pequeños de nuestra sociedad.
Pidamos a nuestro Padre Bueno que nos de la gracia de salir al encuentro de nuestros hermanos pequeños y construir el Reino en la tierra.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.






sábado, 23 de junio de 2012

Ser católico: Vida en misión

Somos católicos. No dudamos de nuestra condición; vamos a misa, rezamos, suponemos cumplir los mandamientos al céntimo -como aquellos Maestros de la Ley- "Cómo yo ¡Cómo yo voy a ser un mal católico!" -podríamos pensar-, pero hay muchas asperezas que podemos limar y que por orgullo, comodidad o desidia no lo hacemos. Somos católicos, pero muchas veces somos católicos de sillón. Es muy fácil quedarse puramente en lo contemplativo, en el decorado y en lo "bonito", pero ser católico es mucho más que eso; ser católico es, además de una vida en oración y contemplación, dejar las redes y seguir a Cristo, es una vida en constante entrega y misión. No necesitamos esperar hasta el fin de año para hacer un viaje a una localidad y pasar una semana haciendo servicio social y pastoral -lo que es maravilloso y necesario-, la misión tampoco está confinada exclusivamente a consagrados y personas que van a agrestes y hostiles lugares a llevar la Buena Noticia. La misión es de todos nosotros, en nuestra vida cotidiana; el trabajo, el colegio, la universidad, en la micro, caminando en la calle y en nuestra casa. Las ferias, las empresas, el preocuparse por las injusticias, acompañar al triste, apoyar al que ha caído, compartir la alegría de todos nuestros hermanos.
No es necesario ver demasiado lejos para darnos cuenta de que en nuestra sociedad hay sectores que han sido postergados y hasta olvidados por las instituciones, es misión nuestra también acoger al pobre, a nuestro prójimo que haciendo suya la voz de Cristo nos pide un pedazo de Pan. Ser católicos es hacer de nuestra vida un servicio constante y una imitación de la persona de Jesús. Una misión en la que podamos hacer la diferencia con el sello del amor, un amor que inunde nuestras acciones, palabras y oraciones, que ese amor llegue a todas las personas y que nadie quede fuera de él. Que aquellos que no conocen a Cristo nos vean y digan "Miren cómo se aman", que aunque tal vez no compartan nuestra fe, quede sí el testimonio vivo del amor. Amor que debe ser reflejo de nuestra oración, oración que sin obras es vacía, si estamos hablando con nuestro Padre bueno, debemos también actuar acorde a Su voluntad. Seamos caritativos, atentos y practiquemos la justicia. San Ignacio decía que debíamos ser contemplativos, que es algo que no debe perderse, pero debemos ser contemplativos en la acción. No podemos descuidar uno por otro, quedarse sólo en lo contemplativo o en la acción, corriendo el riesgo de caer en el activismo. No somos seres inmóviles ni tampoco carecemos de la necesidad de la oración contemplativa; estamos viviendo en misión, una misión que debe tener una fuerza en la acción y cuan mayor en el diálogo con Dios, motor de la fe.
Pidamos a nuestro Padre que nos ayude en nuestra vida y misión


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El mundo necesita del Espíritu Santo.

La fiesta de Pentecostés es un día lleno de jubilo, celebramos que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y les dio distintos dones para predicar con fuerza y alegría el Mensaje de Cristo. Pero no hay que olvidar un detalle muy importante; los dones fueron recibidos mientras los discípulos se encontraban encerrados, en compañía de María, por temor a la persecución que sufrían a causa de su fe. Una situación que si bien no en la misma medida, vivimos hoy nosotros como Iglesia.
La valentía y entusiasmo que recibieron para salir afuera a predicar a todo el mundo, a sanar enfermos, expulsar demonio y perdonar pecados, con el riesgo asumido de caer en manos de sus perseguidores, debe ser un ejemplo para nosotros. Henchidos del Espíritu Santo, los discípulos rompieron todas las ataduras del miedo y la cobardía que se enconan en el corazón con tanta facilidad. Hoy más que nunca necesitamos renovarnos en esta Pentecostés, que el Santo Espíritu de Dios nos lave por dentro y nos de fuerzas para salir a predicar con el ejemplo, con la amistad, con el trabajo, el estudio, con el amor, con la alegría de nuestras expresiones y actividades que realizamos a diario.
Los dones que se reciben de esta nueva Pentecostés no deben quedarse solamente en nosotros como trofeos que se dejan en una repisa. ¡Claro que son premios! Dios nos ha dado dones únicos para ponerlos en servicio a los demás. Necesitamos que el Fuego del Espíritu llegue a todos los rincones de la tierra, y eso no puede ser posible si no ponemos de nuestra parte. La realidad que estamos viviendo como país hace que nuestra acción se vuelva una urgencia. No hay que hacer oídos sordos ni jugar a ser ciegos con lo que está pasando aquí y ahora; debemos actuar con fuerza desde el amor de Dios para hacer frente a estos males que aquejan a nuestra gran comunidad que es Chile. Hacerles frente llenos del Espíritu como lo hicieron los apóstoles y abrir sendas de solidaridad, entendimiento y cario en medio de tanta violencia, de tanto odio, de tanta desconfianza, de tanto desamor.
Pidamos a nuestro Padre Bueno que nos de entendimiento, fortaleza y piedad para llevar Su Mensaje a todos los rincones de la tierra.
Un abrazo en Cristo, gracias por leer.



miércoles, 9 de mayo de 2012

Hacia Ti.


"Prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo, quien ya me dio alcance. No, yo no pretendo conseguirlo todavía, y olvidando lo que dejé atrás, me lanzo hacia delante"
-Filipenses 3:12-14


Es difícil actuar sin una motivación, es difícil llegar a la meta sin el empuje necesario para correr hacia ella. Perdemos tiempo en buscar problemas, en encontrar excusas para no salir de las cosas. Nos hastiamos, nos desmotivamos y "tiramos la esponja", si total ¿Para qué me voy a esforzar?
 Por más que tengamos los problemas más grandes y complejos, podemos encontrar refugio y aliento en las manos de Dios. En Él podemos abandonarnos y encontrar consuelo, mas por eso no debemos dejar de actuar; el cristiano debe confiar en Dios, pero no quedarse cómodamente ahí, hay que actuar para combatir nuestros problemas y los de nuestros hermanos. Olvidamos que no estamos solos, muy fácilmente nos centramos en nuestras cosas y no ponemos atención a lo que pasa a nuestro alrededor; en la casa, el colegio, la universidad o el trabajo, no sabemos si hay alguien que sufre, que tiene una herida y necesita ser escuchado y comprendido. No vemos ¿Y por qué no vemos? Porque olvidamos también que en Dios encontramos descanso y fuerzas; en Dios y sólo en Él podemos batallar las inseguridades, las dolencias y encontrar esa meta tan bella y  misteriosa. Olvidémonos por un momento de lo que nos aqueja y dejémoslo en las Manos del Dios de bondad, corramos decididos a la Meta del Amor Eterno, de los abrazos de Padre Bueno, de Amigo Incondicional.
En esta pequeña reflexión pidámosle a Dios la gracia de abandonarnos e ir hacia Él, de ofrecer nuestros dolores y encontrar en Sus Manos el consuelo y la fuerza para combatirlos
No hay que temer ir hacia Dios, no hay que temer porque estamos con Él. Mil cosas nos atan, mil cosas nos producen inseguridades, pero con la fuerza del amor todo cobra sentido y lo que está de más desaparece.
Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

viernes, 6 de abril de 2012

Quiero ser Simón.

Era un viernes como cualquier otro, luego de un arduo día de trabajo, Simón volvía del campo a su hogar, para descansar de la jornada y prepararse para el Sábado. Las calles aquella mañana estaban un poco más concurridas de lo habitual "¿Qué estará pasando?" y mientras pensaba ésto vio a un tumulto de gente siguiendo a un hombre, un hombre que llevaba sobre sus hombros una pesada cruz de madera. Se acercó a ver un poco más. "¿De qué lo culparán?" "¿Por qué lleva su cruz?" Pudo notar que sobre su cabeza había ceñida  una corona de espinas, pudo notar en su rostro una serenidad sorprendente. "¿Quién es éste hombre?" Se acerco un poco más, y antes de que pudiera hacer otra cosa, un soldado lo tomó bruscamente y le obligó a cargar con aquella cruz. Al tomarla, notó su peso, algunas astillas se quedaron en la túnica y le clavaron la espalda. Pudo ver las heridas de los latigazos, pudo ver que llevaba la culpa de tantos, pudo ver que Él era Cristo; aquél Nazareno que predicaba con tanta autoridad, que hacía a los ciegos ver, a los paralíticos andar y a los leprosos los dejaba sanos ¿Y ahora estaba padeciendo la más humillante de las culpas? 
El encuentro de Simón y Jesús es algo muy especial, Simón jamás pensó que iba a terminar cargando la cruz, jamás pensó estar tan cerca de Cristo en su hora más dolorosa. Simón deja su camino y carga con la cruz, Simón olvida sus pesares y carga los de éste Hombre que cumplía con la difícil Voluntad del Padre. Simón de Cirene es un hombre que nos da un modelo de valentía y virtud; cargar con la Cruz y caminar con Cristo, olvidarnos de nosotros mismos y entregarnos. 
Hoy Cristo vuelve a cargar con su Cruz todos los días; en las injusticias y la desigualdad, en el hambre, en la guerra, en la pobreza, en el odio, en el desentendimiento y en la indolencia social. Simón vuelve a encarnarse en nosotros para cargar con esas cruces. Debemos imitar aquella humilde acción de levantar la cruz y ayudar a Cristo a llevarla actuando por nuestros hermanos más necesitados, los más postergados y olvidados de la sociedad en que vivimos; ellos hoy son Cristo que carga con esas pesadas y astilladas cruces. Acerquémonos a ellos y alivianemos su peso. Desde hoy seamos Simón.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

lunes, 12 de marzo de 2012

Santa locura

"Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; porque la locura de Dios  es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios, más fuerte que la fuerza de los hombres."
Corintios 1, 22-25.


Cristo no es un modelo fácil ni cómodo de seguir, si no lo es para nosotros, con cuan mayor razón lo fue para los discípulos. La persecución, la cruz, la desilusión, la cárcel. La muerte. Había que estar loco para seguirlo, sobre todo luego de su crucifixión; los judíos buscaban por todas partes restos de su legado y gente para acallarlo definitivamente, y la situación que ellos vivían ya era desalentadora ¿Qué pasó con el Maestro? ¿Y sus promesas? Valientes fueron los que a pesar de todo siguieron creyendo en Él, ya que sabían que Su Palabra es vida y vida por la eternidad. Debemos tomar a aquellos discípulos como modelo de valentía, modelo de hombres llenos de la santa locura de Dios. Uno de mis locos favoritos es San Lucas, tal vez uno de los evangelistas más fervorosos y que sin embargo nunca conoció a Jesús, pero eso no fue impedimento para que entrara en una búsqueda profunda de su Palabra y Mensaje. ¡Cómo no tomar de ejemplo su determinación, su valentía! ¿Cómo no querer imitar esa locura? Al saber sobre su historia, sobre la conversión de Saulo -Quien no solo no conocía, sino que perseguía a los de Cristo-  ¿Cómo no impregnarse de esa santa locura y querer embarcarse? Dios nos quiere así, como decía Pablo a los Corintios; locos para los hombres, pero sabios a los ojos de Dios. Débiles para los hombres y fuertes con Dios. Hay que estar loco para seguir a Dios en estos días en que lo más normal es vivir en un mundo donde las verdades se tildan de dictatoriales, donde ser creyente es sinónimo de iluso o incluso idiota, en donde si tenemos que pasar por sobre alguien para llegar a nuestro éxito lo hacemos, en donde si hay que mentir para "salir del paso", se miente ¿No es también para ellos una debilidad?  "Claro" -ellos dirán- "Éstos ilusos creen en Dios porque no pueden vivir por sí mismos". Creemos en Dios porque en Él encontramos la fuerza de la vida, encontramos el sentido del camino.
No hay que temer enloquecer y seguir a Cristo, no hay que temer porque estamos con Él. Mil cosas nos atan a este mundo; el placer, el éxito, la fama, el dinero, el trabajo y cuántas otras cosas. Con ésta locura todo cobra sentido en Dios y lo que está de más desaparece. Lo único importante es cumplir la voluntad de nuestro Padre Bueno.
Pidamos al Padre la Santa Locura de vivir su camino.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Por qué tus discípulos no ayunan?


Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron y le dijeron a Jesús: ¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: "¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día."
De este modo Cristo no reniega de la práctica del ayuno, sino que le da un nuevo significado a la luz del Mensaje que nos vino a traer. Los fariseos eran fieles seguidores de la Ley, la cumplían al pie de la letra y, por su puesto, hacían ver a todo el mundo que así lo hacían; cuando ayunaban desfiguraban su rostro, rasgaban sus vestiduras y ponían cara larga, quedando en evidencia que practicaban el ayuno y la penitencia. En otra lectura se nos explica que cuando ayunemos lo hagamos en secreto. Que nos mostremos alegres y tengamos un semblante limpio y digno, ya que es nuestro Padre quien recompensa nuestras acciones y no las efímeras alabanzas de los hombres.

 Cristo rehace las bases de esa antigua ley y  nos trae un nuevo ayuno, nos enseña que podemos hacerlo de muchas maneras diferentes, maneras que en ésta Cuaresma podemos practicar para beneficio de nuestros hermanos y de nosotros. El ayuno no es simplemente dejar de comer, podemos encontrar muchas maneras de sacrificar algunas cosas en este tiempo litúrgico y por qué no, durante el año. Personalmente pienso que privarnos de cosas que nos gustan puede ser una buena manera de ayunar. Tal vez no salir tan seguido a fiestas, dejar de comprar tal o cual cosa con la que "sin ella no podemos vivir" -como los cigarros, el café, alcohol-, dejar de pasar tanto tiempo frente al computador, ser más tolerantes con quien nos cuesta, más respetuosos y ojalá perdonar a alguien. Con respecto a las comidas, podemos intentar comer sólo a las horas indicadas y no en exceso, como muestra de respeto a éste Cristo que se redimirá por todos en el madero. Privarse de esas cosas cotidianas y aquellos pequeños vicios constituyen un ayuno agradable a Dios y valiente, ya que todos sabemos lo complicado que es despegarnos de esas cosas. Hay que aspirar a la fidelidad y sobre todo a la santidad en todo momento, en nuestra vida cotidiana.
Pidámosle al Señor que nos de la fuerza y la fidelidad que tanto necesitamos.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

sábado, 25 de febrero de 2012

"Cuarenta días para cambiar historias"


Nos encontramos en un tiempo litúrgico que tiene un significado trascendental: la Cuaresma, tiempo en que nos preparamos para la Pasión del Señor, cuarenta días en que nos preparamos para revivir y reflexionar una vez más en torno al inmenso sacrificio que Cristo hizo por nosotros.
La cuaresma es un tiempo de reflexión y renovación de la Iglesia entera, renovar la fe y las energías. Pero también es una excelente oportunidad para redescubrir el amor de Cristo que día a día nos acompaña y que se sacrificó para que nosotros podamos vivir en libertad.
Redescubrir ese amor supone ponerse a entera disposición de cambiar al "hombre viejo" que tenemos dentro de nosotros y comenzar a mirar las cosas desde la óptica de Dios, empezar a caminar el camino de Cristo -que a veces se nos hace árido y difícil-  pero que vale inmensamente la pena seguir. El eliminar de uno a ese hombre viejo es renovarse cara a Cristo, dejarse lavar por Él y renacer en la esperanza y fe, pero por eso mismo no podemos quedarnos en nuestro "metro cuadrado", esta renovación no puede ser ajena a nuestro prójimo, que la necesita tanto como nosotros.
Lo necesitamos especialmente en éstos tiempos que vivimos como la gran comunidad que es nuestro país. En tiempos de desentendimiento, violencia e injusticia, la fuerza transmutadora del amor de Dios debe lavar nuestros corazones y abrir nuestros ojos para encontrar en nuestros hermanos el rostro de su Hijo, y así poder vivir en unidad, donde se practique la justicia para todos y la caridad sea el motor de los cambios sociales.
Me gusta mucho el lema que la Iglesia nos ha propuesto para la Cuaresma de éste año "Cuarenta días para cambiar historias de jóvenes que lo necesitan"; historias tanto personales como de nuestro entorno. 
Les dejo esta pequeña reflexión para pensar sobre qué y cómo podemos cambiar historias en Cuarsema y no solamente en éste tiempo, sino que toda la vida.




Un abrazo en Cristo, gracias por leer.