miércoles, 23 de mayo de 2012

El mundo necesita del Espíritu Santo.

La fiesta de Pentecostés es un día lleno de jubilo, celebramos que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y les dio distintos dones para predicar con fuerza y alegría el Mensaje de Cristo. Pero no hay que olvidar un detalle muy importante; los dones fueron recibidos mientras los discípulos se encontraban encerrados, en compañía de María, por temor a la persecución que sufrían a causa de su fe. Una situación que si bien no en la misma medida, vivimos hoy nosotros como Iglesia.
La valentía y entusiasmo que recibieron para salir afuera a predicar a todo el mundo, a sanar enfermos, expulsar demonio y perdonar pecados, con el riesgo asumido de caer en manos de sus perseguidores, debe ser un ejemplo para nosotros. Henchidos del Espíritu Santo, los discípulos rompieron todas las ataduras del miedo y la cobardía que se enconan en el corazón con tanta facilidad. Hoy más que nunca necesitamos renovarnos en esta Pentecostés, que el Santo Espíritu de Dios nos lave por dentro y nos de fuerzas para salir a predicar con el ejemplo, con la amistad, con el trabajo, el estudio, con el amor, con la alegría de nuestras expresiones y actividades que realizamos a diario.
Los dones que se reciben de esta nueva Pentecostés no deben quedarse solamente en nosotros como trofeos que se dejan en una repisa. ¡Claro que son premios! Dios nos ha dado dones únicos para ponerlos en servicio a los demás. Necesitamos que el Fuego del Espíritu llegue a todos los rincones de la tierra, y eso no puede ser posible si no ponemos de nuestra parte. La realidad que estamos viviendo como país hace que nuestra acción se vuelva una urgencia. No hay que hacer oídos sordos ni jugar a ser ciegos con lo que está pasando aquí y ahora; debemos actuar con fuerza desde el amor de Dios para hacer frente a estos males que aquejan a nuestra gran comunidad que es Chile. Hacerles frente llenos del Espíritu como lo hicieron los apóstoles y abrir sendas de solidaridad, entendimiento y cario en medio de tanta violencia, de tanto odio, de tanta desconfianza, de tanto desamor.
Pidamos a nuestro Padre Bueno que nos de entendimiento, fortaleza y piedad para llevar Su Mensaje a todos los rincones de la tierra.
Un abrazo en Cristo, gracias por leer.



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