sábado, 23 de abril de 2011

El Sábado Santo de la Iglesia chilena: La esperanza contra toda esperanza.

Hoy es Sábado Santo, el sepulcro de Jesús está cerrado a cal y canto. Murió, sus discípulos se dispersan con temor a los judíos y al inclemente ejército romano que ocupa las tierras de Judea. Tienen miedo, se sienten desamparados, temen correr la misma suerte que su Maestro ¿Pero vale la pena seguir luchando en una sociedad que te condena a muerte por seguir las enseñanzas de Cristo ? Ese temor que nos suena tan a pasado, tan a historia bíblica es el que ciertamente hoy experimentamos muchos de nosotros en estos tiempos que se ha querido -y en muchos casos se ha logrado- poner a la Iglesia en jaque frente a un tema que no es ajeno a nadie y que me gustaría tratar con mucho respeto, pero con un aire denunciante desde el amor de Dios; los abusos del clero. Es algo muy complicado de tratar, ya que despierta en la gente ideas de frustración, rabia, desencanto y muchos otros sentimientos. Se ha visto constantemente en las noticias cómo van avanzando los casos ya conocidos y a raíz de ello se van descubriendo otros.
También hemos tenido la oportunidad de escuchar críticas muy constructivas de gente que no necesariamente es católica, pero también hemos vivido -más que críticas- ataques deliberados por parte de otras personas -Como las conocidas declaraciones de James Hamilton en el programa Tolerancia Cero- Pero mi idea no es concentrarme  en esas cosas, sino hablar sobre cómo podemos entender, afrontar y enfrentar esta situación. Frente a esto hay dos opciones, las cuales son maximizar lo ocurrido o bajarle el perfil minimizando las cosas. Pienso que ambos extremos son igualmente negativos, por un lado tenemos a el atacante implacable y por el otro a la persona que peca de ingenuidad en pensar en que es simplemente un impasse de nuestra Iglesia Madre. Dios nos exhorta a la paz, pero la paz de  Dios nos llama a la lucha y a estar atentos; como jóvenes debemos dar un testimonio de alegría y entrega, que la gente nos vea y piense que somos verdaderamente seguidores del Mensaje de Cristo, que estamos apoyando a nuestra Iglesia hasta en los momentos más difíciles, que brillamos como antorcha. 
Lo que le choca mucho a la gente -a todos, realmente-y que también hace daño y aleja es la incoherencia. Estamos en un mundo en donde es "normal" ver que la gente dice algo y hace otra cosa completamente distinta, es por eso que también es muy difícil defender a la Iglesia cuando también es "común" estar fuera de ella, ya que vivimos en una sociedad completamente secularizada. Cuando se defiende nuestra fe hay que dar razón a su esperanza, y la razón de la esperanza no es solamente la de los argumentos racionales, la de los datos duros o las estadísticas, sino que la de nuestro propio testimonio. De nuestro testimonio del amor y ese amor nace del corazón de Cristo, porque es un amor verdadero hacia la Iglesia y hacia nuestros hermanos. Hemos de condenar estos aberrantes hechos, pero no por eso debemos hacerle guerra a la Iglesia, sino que todo lo contrario: Acompañarla. 
Hay que tener esperanza, una esperanza que ciertamente va contra toda esperanza, pero recordemos que los discípulos de Jesús recibieron las energías para salir y predicar su Evangelio cuando se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Pidamos a Dios que llene nuestro corazón de valentía y entusiasmo, que le dé consuelo a las víctimas, paz a los afligidos y entendimiento a quienes lo necesitan.




Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

viernes, 22 de abril de 2011

La cruz del amor y la entrega

Hoy, Viernes Santo, nos encontramos con un Jesús despojado de toda dignidad; traicionado por uno de sus amigos, torturado y sometido a un juicio en donde todos confabulaban en su contra. Así fue tratado como el más vil y ruin de los ladrones y castigado con la muerte en cruz.
Jesús sufrió todo esto, vio frente a sus ojos desmoronarse años de intensa lucha y entrega, de amor y de un camino que dejó para que nosotros lo siguiéramos, sin embargo, Él sabía que todo eso debía pasar para que el hombre pudiera redimirse. Jesús murió perdonando a sus captores y a quienes le dieron la espalda, jamás negó ni una sola de las acusaciones ni tampoco discutió a sus jueces sobre tal injusta condena. Amó y perdonó hasta el último instante de su vida, eso nos hace pensar en el infinito misterio de su pasión, y en la manera en que debemos vivir todos los días de nuestras vidas; amando y perdonando. El misterioso dolor de la cruz debe ser para nostros una oportunidad de volver a reflexionar sobre cómo Jesús nos amó y dio su vida por nosotros, teniendo a Cristo delante hay que mirarlo en su dolor y aquello que parece invencible en nuestra vida lo podamos entregar y podamos entender un poco más que significa el sacrificio de la cruz.

Hoy no es un día de luto ni de amargura, es un día en donde el amor se manifiesta en su más pura expresión: el sacrificio. Cristo no ha sido vencido, sino que es un vencedor ¿Vencedor de qué, clavado allí arriba? -Se preguntarán algunos- Él ha vencido al pecado y nos ha invitado a la vida eterna, que confirma su amor en esos palos cruzados, desde la cruz libera, enseña y reconcilia.

Jesús murió con los brazos abiertos para que nosotros no vivamos con los brazos cruzados; Su infinito amor nos deja muchas lecciones, pero para mi la más importante es la de la entrega desinteresada y el camino que nos deja para seguir. Vivamos como Él murió, perdonemos, amemos y compartamos con todos nuestros hermanos la alegría de ser hijos amados por Dios.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.