jueves, 1 de diciembre de 2011

Adviento y nuestra misión

Comenzamos a vivir  una etapa muy importante de año litúrgico; El Adviento, pero antes de entrar de lleno en el tema, me gustaría detenerme etimológicamente en éste término. Adviento viene de la palabra Adventus (Venida, en latín), e incluso, la Iglesia Medieval le llamaba Adventus Redemptoris (Venida del Redentor).

Teniendo claro etimológicamente lo que es el Adviento, podemos ahondar más en lo que debe ser para nosotros en este tiempo de preparación, en este tiempo de venida, de venida del Redentor. Hoy, más que nunca hay un grito en el aire que proclama a los cuatro vientos “¡¡El Señor, Cristo está cerca!!”, ese grito de alegría y esperanza ha llegado a nuestros oídos, ese grito también nos debe despertar de un letargo que quizás en ésta época de fin de año, debido al trabajo, al colegio, o la universidad nos tienen cansados, agotados, estresados y agitados.  Hay que despertar de éste letargo espiritual, porque recordemos que Él es el que viene y nos tiene que encontrar alegres, optimistas, presentes y abiertos. Imagínate cómo se debe sentir llegar a la casa de un amigo después de un largo viaje y encontrar la casa vacía ¿Mal, no? Es por eso que –al igual que como Pablo exhortaba a despertar en su carta a los Romanos- nosotros debemos estar atentos y despiertos a la venida, el nacimiento de Cristo, que cada día está más cerca.

En este Adviento tenemos dos grandes misiones, las que debemos aceptar fielmente y con mucha alegría, estas misiones nos harán crecer y permanecerán mucho tiempo luego de vivamos esta etapa. La primera misión es despertar a Cristo, olvidar todo lo que nos atormenta y encomendarse a Dios. Debemos estar alerta a la venida de Jesús, así como los sirvientes de una gran mansión esperan a su patrón con todo listo; la comida servida,  el lugar limpio y ordenado y todo en su lugar. Nuestra alma también debe estar limpia, ordenada y dispuesta a recibirlo, pues Él quiere y necesita llegar y enraizarse en un alma dispuesta a recibirlo de buena manera. Nuestra alma debe estar dispuesta a recibirlo y a que los demás también lo hagan; es ahí cuando ese despertar tiene que contagiarse a toda la gente a nuestro alrededor y cuando la segunda misión cobra un sentido trascendental y se hace una con la primera. No podemos concebir el recibir a Cristo personalmente si no compartimos ese proceso y esa alegría con los demás, para preparar el camino a Jesús hay que convertir ese proceso personal en entrega y acción, para que Cristo encuentre muchas casas, y así pueble todos nuestros corazones para siempre.


Preparemos la Venida de Cristo con el alma abierta, y demos la Buena Nueva a nuestro prójimo que más la necesita.

Un abrazo en Cristo que viene, gracias por leer.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mes de María


No es casualidad que el Mes de María sea en esta maravillosa estación primaveral, abriendo los brazos al tiempo estival. Las flores, el canto de las aves, los árboles, la brisa cálida, la risa de los niños y el radiante sol que ilumina nuestros días nos quieren decir algo. Nos quieren decir que hay una mujer que siempre nos ha querido, que nos acompaña desde que éramos niños y que nos ama y protege del mal con un amor fraterno, con un amor de madre.

El Mes de María es una oportunidad para acercarnos y conocer más a nuestra Madre de los Cielos, ella va a estar con los brazos abiertos para recibirnos en su regazo y entregarnos todo su cariño, sólo tenemos que entregarnos a ella y apelar a su divina gracia y amor.

Hay que serle fiel a María, y sobre todo imitar la valentía con la que dijo un fuerte y claro SÍ al Señor. Su santo testimonio debe ser un gran estímulo para nuestra vida espiritual. Cuando el Ángel fue a visitar a la joven virgen, ella se preguntó que cómo podía ocurrir tal milagro en ella, pero el Ángel le dijo que tuviera fe en Dios en su plan y desde ese momento María sirvió al Reino con un fervor santo. En nosotros la cosa no es muy distinta; cuando Cristo nos dice “Sígueme”, se nos hace difícil comprender esta proposición, nos confundimos, pensamos “¿A mí, Señor, con tantas falencias que tengo?”; ¡Sí! El Señor te necesita con todas tus falencias y virtudes para cumplir la misión que te tocó realizar en esta tierra, hay que acordarse de la fuerza de María al aceptar la suya –que era muuucho más difícil que la nuestra-  y pidiéndole a ella que nos aliente en el cumplimiento y en el desarrollo de nuestra misión, y siempre recordar  la Promesa que María hizo al Padre, debe ser un ejemplo para nuestros pasos hacia Dios, tener siempre a María presente en nuestra oración, porque ella siempre escuchará con eterna paciencia lo que tenemos para decirle.

Hay que reflexionar sobre el rol que María juega en nuestras vidas ¿La tenemos solamente en un altar, una figura, una estampita? ¿Forma parte gravitante de nuestras oraciones? ¿O simplemente a veces nos acordamos de Ella en tiempos de necesidad?
María es la forjadora de nuestro camino, de nuestra alma y de nuestra Misión. La figura de nuestra Reina y Madre debe ser motivo más que de devoción de IMITACIÓN, porque la devoción puede quedarse en las palabras bonitas, llenas de flores y decorado; pero a veces vacías. En cambio, la imitación supone integrar todos estos elementos en una acción ferviente y constante de servicio y entrega de todos los talentos, emociones, alegrías, logros, metas, fracasos, temores, anhelos y esperanzas.
Hemos de imitar en todos los aspectos de nuestra vida la desinteresada labor de la Virgen, el gran ejemplo de vida que ella nos muestra y nos invita a seguir. No hay que tener miedo en hacer estas cosas, pues haciéndolas vamos a mejorar todo lo que hay a nuestro alrededor; la vida nuestra y la de nuestro prójimo.
Tengamos a María como nuestra Madre celestial y como nuestra Compañera de Camino, como nuestra guía en los momentos de dificultad y nuestra alegría en los momentos de triunfo.
Encomendémonos a María y a Cristo para que cada día nos ganemos el Cielo cada vez más con ayuda, intersección e imitando a Ella.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer

domingo, 16 de octubre de 2011

La Iglesia que construir


Ayer por la mañana la arteria principal de Santiago de Chile se llenó de miles personas con un mensaje; "La alegría de ser católico". Habían banderas, pancartas, cánticos, música y un sinfín de cosas más. La alegría se respiraba en el ambiente y el sentimiento de unidad reinaba. 
Sin embargo, me surgieron algunas preguntas a partir de aquella experiencia ¿Estamos haciendo bien las cosas? ¿Nos estamos esforzando por construir una Iglesia para todos? Sabemos que la Iglesia cumple una labor social que no es menor, con misiones en los países más pobres y postergados, llevando la Palabra a los rincones más recónditos del mundo y luz a los desesperanzados. Proporcionando ayuda médica y social a los más necesitados. Pero no nos quedemos en eso, es muy cómodo sentarse y pensar que en algún otro lugar se está haciendo un gran servicio y con ello "dormirse en los laureles". Estamos pasando por una crisis, debemos enfrentarla con determinación y con fidelidad, teniendo fe en que nuestro Padre siempre quiere lo mejor para nosotros, pero para eso hay que estar alertas a la realidad de nuestro país y a la realidad social de nuestra Iglesia; no es necesario mirar demasiado lejos para darse cuenta que en nuestro país hay sectores que han sido postergados e incluso olvidados por las instituciones. Nuestro apostolado está en construir una Iglesia que haga suyas las penas y problemas de esas personas; para eso debemos estar conscientes de que la misión no le pertenece solamente a los consagrados o a aquellos valientes misioneros que dan sus vidas en lugares agrestes y hostiles, es tarea y responsabilidad nuestra también trabajar por la construcción del Reino en armonía y coexistencia. Por otro lado, las personas con carencias socio-económicas no son solamente los más afectados de este olvido, a veces idealizamos la labor social en los más desposeídos materialmente hablando, pero olvidamos a los que teniendo todo no tienen nada; los verdaderos pobres, gente que puede ser nuestro compañero de trabajo, colegio o universidad. Gente que necesita cariño, gente que se a alejado de la Iglesia por alguna mala experiencia y necesita ser incluida en un ambiente de tolerancia, respeto y fraternidad; urge acompañarlos y acercarlos nuevamente con mucho cariño, mostrarles el verdadero rostro de Cristo y acogerlos en el seno de una Iglesia en donde no se mira cuánto hay en el bolsillo sino que trabaja para llenar el corazón. Ya lo decía el Mons. Juan Ignacio Gozález, "La Iglesia debe presentarse al mundo con humildad". Pidamos al señor que nos ayude a construir una Iglesia inclusiva y entre todos, que sus puertas estén abiertas para quien la necesite y que la alegría sea también un motor para actuar en sociedad.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.



lunes, 29 de agosto de 2011

Atreverse a dar

Atreverse a dar en los momentos mas inesperados, en las situaciones más cotidianas. Olvidar el cliché que tiene el "dar y darse", olvidar el cliché que tiene el "cuántas veces": ¿Cuántas veces has visto a alguien en la micro muy mal y no te has atrevido a acercarte? Pregúntate cuantas veces has visto tu propia cara aflijida y no has sido capaz de pedir ayuda. Pregúntate y acuérdate de cuantas veces te han ayudado. Pregúntate cuantas veces has visto esa cara aflijida en el pobre que aparece en la televisión, en la sala de clases y a veces en tu propia casa. Pregúntate cuántas veces se te ha apretado el corazón y no te atreviste a hacerle caso.

Sepan que no tengo la intención de llamarles la atención, yo me hice estas preguntas porque existen mas ocasiones en las que yo no he encontrado la valentía para acercarme que en las que efectivamente me he acercado. Y realmente esto me produce tristeza en un principio, pero me hace darme cuenta de que tengo mucho por aprender, y que debo seguir con el corazón atento a estas situaciones de lo mas cotidiano, que son oportunidades de servicio verdadero, que tienen el mismo valor que construir mediaguas, y que de hecho, le dan mas sentido a esto último.

Todas son granos de arena para un mundo sin brechas, mas justo y mas humano. Preguntarse el "cuantas veces" te has acercado al que lo necesita abre una oportunidad, a mi parecer, de abrir el corazón con amor. Y ahí tenemos otro cliché: ¿Se han fijado que la gente no se atreve a decir "amor" muchas veces porque es muy repetido, porque es poco original? Y que esto no solo ocurre con la palabra amor, si no que con muchas otras palabras: sonrisa, amistad, valentía. Y quizás muchas de las frases que aparecen en este mismo texto.

En lo personal, le creo mucho a Gaudí: "La originalidad está en volver a los orígenes", estos clichés se vienen repitiendo hace mucho tiempo, y pareciera que siempre les llevamos la contra: Y aún vemos una brecha entre el mas rico y el mas pobre, aún vemos que nuestros intereses muchas veces no van por la necesidad, sino que se guían por cosas poco duraderas, que no trascienden, que nos dejan queriendo más para sí mismos, que no llenan el corazón y nos encierran.

Creo que el "dar y darse", el preguntarse "cuantas veces" y muchas, muchas otras frases se convierten en "cursis" o clichés porque se quedan en una frase bonita, y no nos atrevemos a ponerla en practca a diario. Y dejenme decirles, quizás esto de convertir las frases en acción tampoco es primera vez que lo escuchan. Creo que la invitación para mi y para todos es poner el amor en practica: Cuando aprieta el pecho al ver una cara aflijida al lado de uno, cuando arde el corazón por saber que le pasa, por saber que puede hacer uno... Atreverse a hacerlo. Si no te pasa, intenta preguntarte que le pasa a ese rostro aflijido cercano, que puede ser el de un compañero, el de un hermano, el tuyo propio. Y te vas a dar cuenta de que a ti te gustaría un abrazo, un "¿que pasó compadre?"... Al otro también.

Intenta ponerte en el lugar del necesitado. Entonces vas a ver como se te apreta el pecho: "¿Le pregunto o no? ¿Me acerco? ¿Qué le pasará? ¿Necesitará algo de mí o no? ¿Debo ir a hacer acción social? ". ¡Eso es ardor de corazón y hay que hacerle caso! Estas preguntas son grandes oportunidades de acción! Atrévete! No pierdes nada, movido por estas preguntas que apretan el pecho haces mucho bien al otro, y el "Gracias" es una recompensa que te aseguro, te llenara el corazón. Pero hay que atreverse. No quedarse con el pecho apretado. Matar el cliché y moverse de una vez por todas en la acción concreta. Pero sencilla. Estar atento, preocuparse por las caras aflijidas. Trabajar con calidad y sentido, buscar trabajo que sea servicio para otro. Estudiar, formarse con sentido. Si para eso nos preparamos tanto: No sólo para formar una familia, no solo para sobrevivir, sino que la formación es herramienta también para hacer por otro: Un gerente que gestiona recursos humanos, un arquitecto que diseña una casa, un técnico que repara una tubería. Independiente del sentido personal de cada uno, el trabajo y la formación en si tienen su efecto final en otra PERSONA. La acción que trasciende, la acción de amor es la que tiene efecto en otro, directamente, sin cobardías.

Imagínense si viviéramos cotidianamente así: Atento a esas oportunidades para no solo dar, sino que darse: Si voy en la micro, atreverme a acercarme a esa cara aflijida que he repetido tanto. Con respeto, con animo, movido por ese apretón de pecho y no por que el resto me vaya a ver -que, seamos sinceros, nos pasa-. Cuando veamos a un compañero, a un hermano, cuando se nos ocurre alguna idea que puede servirle a otro que lo necesita, que puede ser la persona más cercana que estudia conmigo, hasta el pobre que vive en aquella población lejana: Aunque apriete el pecho y nos de miedo: Atreverse a dar un poco de tiempo, de espacio, de vida. Preguntar que pasa, preguntar que puedo hacer, óomo lo puedo hacer. Decir mi idea, hacer lo que se me ocurrió en ese momento inesperado. Por otro. Por que es lo que me gustaría a mi también. Y hacer esto, poner en acción esto que me aprieta el corazón -que no es cliché, es amor- es difícil.

Pero si lo haces -y por favor, intenta hacerlo-, te lo digo: Lo que vas a sentir es algo que no se compara con nada, llena el pecho y pega una sonrisa, en ti, y en el que te necesitó: Si das limosna, atrévete a decirle que se compre algo para comer y que no gaste el dinero en alcohol: O mejor, niegale la moneda, ve y comprale un pan y pidele que busque algún trabajo sencillo. Incluso podrías preguntarle acerca de su familia. Si vas a construir o donar por una organización, conversa con la gente a la que ayudas, y atrévete a ser constante con alguna acción social. Saluda al chofer de la micro. Abraza a tus amigos, compañeros, hermanos, colegas, padres si ves que lo necesitan. Y QUE TODO ESTO SEA PARTE DE TU VIDA. Si te aprieta el pecho, hazte las preguntas, y respondelas con acciones, por tí, por otro. Responder a tu vida, al necesitado que se te presenta, con un gesto, con una conversa. Concreto, constante, cotidiano. Tal como tú necesitas, otro necesita de tí. Y responder a eso con acciones mata el famoso cliché, llena el corazón y te enamora del prójimo -que son todos- que te da vida, y que le puedes dar vida. Recordemos que enamorarse es lo mejor que te puede pasar.
 
"Atreverse a cruzar caminos con otro, con el propio estilo, a través de la acción"

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

martes, 2 de agosto de 2011

"¿Por qué lo buscáis entre los muertos?"

Hasta anoche tenía un tema preparado para escribir; la hambruna en Somalia. Pero de pronto, mientras escribía me vino a la cabeza la imagen de Hernán, un gran amigo que murió recientemente en un accidente de tránsito, su vida se apagó en apenas un segundo y todo pareció desmoronarse en cosa de  minutos. La noticia llegó a mi poco después de que sucedió, su hermano me llamaba por teléfono aquella noche contándome lo que había sucedido, mis ojos se inundaron en lágrimas apenas oí las palabras de Francisco. 
Esa noche no pude dormir, intentaba en vano dimensionar que mi amigo, con quien compartí diez años de mi vida había partido. El absurdo de la situación me colmaba la cabeza de frustración e impotencia, de rabia, desconsuelo y desamparo, pero recordé la palabra amiga de alguien que me dijo "Él sigue contigo", y con la fuerza de las palabras y entregando mis aprehenciones y miedos a Dios, pude encontrarle el sentido al dolor, darle un significado y hacerlo una experiencia de fe.
Quisiera terminar esta reflexión transcribiendo una carta que escribí luego de su fallecimiento. Creo que resume mi pensamiento y mi sentir, como cristiano ante el dolor ineludible del duelo y de la pérdida.

   "Ante la muerte de un ser querido no caben los frágiles argumentos de la medicina y es ilusoria la posibilidad de cualquier solución. Como alguien ha dicho, frente a todo lo decisivo de la existencia, la medicina no tiene -en el mejor de los casos- sino la penúltima palabra, y ante la muerte de un amigo, ya nada se puede decir. El desgarramiento es tan hondo, tan agudo y visceral, que incluso puede desconcertar la fe y sobrecoger a las personas más religiosas. No obstante, es en la fe y sólo en ella donde el alma acongojada puede encontrar refugio y consuelo. Curiosamente, sin darnos cuenta, los creyentes nos solemos comportar como si fuéramos ateos. Si Dios no existe, lo único importante es ser feliz y es legítimo entonces aferrarse a la vida de nuestros familiares, a su salud y bienestar. Pero si Dios existe, lo humano adquiere de inmediato un nuevo horizonte. La vida se convierte en tránsito y, sobre todo, en experiencia. La presencia de Dios, por así decirlo, trastoca en su raíz el sentido de la vida y lo que ahora importa, no es sólo la felicidad, sino que cada cual realice su parte en el plan divino y viva integramente el disignio de su vida. De ahí proviene la gran fuerza transmutadora de la fe y su poder ante el dolor. Hasta el acto más ínfimo tienen lugar en el plan de Dios. Con cuanta mayor razón la vida y la muerte. Nadie nace ni muere por casualidad, ningún dolor es caprichoso ni es inútil. Como decía Einstein "Dios no juega a los dados". Éste es el sostén de la fe ante los golpes de la vida: el sentido y la finalidad. Los designios de Dios pueden ser oscuros para la razón, pero se comprenden desde la fe, y esa intuición, cuando existe, es aún más fuerte que la evidencia de los sentidos.
La muerte es un hecho irremediable, pero el dolor ante la muerte no es igualmente fatal y depende, en gran medida, de la actitud con la que la enfrentamos. La vida es una constante prueba y el gran secreto de la paz y la felicidad consiten precisamente, en saber que los infortunios son pruebas.
Queridos amigos, se preguntarán con dolorosa extrañeza ¿Por qué Hernán tuvo que morir de esa manera? Se podrían dar muchas explicaciones psicológicas que sólo nos dejarían confundidos, pero la fe disipa la incertidumbre. Todo hombre tiene una vida y una muerte exactas. El Padre nos conduce por diversas sendas y también nos llama por diferentes puertas. 
El dolor ante la muerte, no solo nos desgarra sino que también, paradojalmente nos aleja del ser amado. Ya no podemos recordarlo con agrado, ver sus fotografías o conversar sin pena sobre él. Pienso que la corta y limpia vida de Hernán, su simpatía contagiosa y la pureza juvenil de sus 19 años deben ser feliz memoria de todos los que lo conocimos. Sabemos que vive y que sólo se nos ha adelantado. No nos separa de él sino el tenue velo que limita nuestra conciencia. Y si Hernán vive ¿Por qué lo buscamos entre los muertos? Recuerdo muy bien la pregunta desiciva que me formularon en su misa. "Si Hernán no está en el cielo ¿Quién podrá estar?" 
Espero, sinceramente que éstas reflexiones nos ayuden a salir adelante. El hombre esa "asceta de la vida", según la bella expresión de Max Scheler, tiene una misteriosa voluntad de trascender; negándose a sí mismo, y transformando en crisol de la fe, el dolor  y el sufrimiento en alegría y amor"


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

sábado, 30 de julio de 2011

Acción y sentido social como Ignacio nos enseñó.

Seguramente hemos oído un centenar de veces la frase "Hombre soy, y nada humano me es ajeno". Para mi es el principio fundamental de la vida en sociedad del cristiano; si nos denominamos a nosotros mismos como cristianos comprometidos con las problemáticas que afectan a la gran comunidad en la que vivimos, vamos a sentir esta frase como un emblema clave en la contienda. La pobreza, el hambre y la inequidad serán para nosotros grandes aflicciones al igual que para nuestros hermanos que las sufren en carne propia.
Si hay alguien que dedicó su vida entera a meditar y obrar sobre éstas cosas, fue San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

San Ignacio nos enseñó que el involucrarse en la sociedad es un compromiso de fe que se funde con la búsqueda de la justicia, no la justicia terrenal -aquella pasajera, cambiante, corruptible- sino que la justicia de Dios, la del Reino.
Trabajar por la justicia del Reino supone estudio e investigación social, trabajo directo con personas en situación de exclusión, comunidades que buscan relaciones humanas fraternas e inclusivas, celebración de la fe y de la esperanza. De modo resumido, suele decirse que precisa de tres cosas: reflexión, acción y vida comunitaria.  
A veces se entiende que promover la justicia es ante todo cuestión de trabajo. Pero esto resulta muy parcial. El gran reto es más bien espiritual: que esta dedicación sea expresión de nuestra fe; que nos haga amigos de los mejores amigos de Jesús, los pobres; que transforme nuestro corazón; que sea seguimiento y no cerrada búsqueda personal. En definitiva, que sea expresión de la fe, concreción de la caridad –la individual, la social y la política– y movimiento de esperanza.

Ignacio nos dice claramente que para servir al Reino debemos abnegarnos de nuestra propia voluntad y poner el corazón con miras a Cristo. De nada nos sirve trabajar para nosotros mismos o para ser reconocidos por los demás si no es por amor y por la construcción del Reino. Debemos perseverar en la oración y fundirla con la acción, llamados por la urgencia y el derecho y ser como San Ignacio decía "contemplativos en la acción"


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

sábado, 16 de julio de 2011

Pureza, un llamado a la contienda.

Al escuchar la palabra "pureza", lo más probable es que inmediatamente se nos venga a la cabeza cosas casi fuera de lo humano; lo incorruptible, lo inmaculado y una serie de escrúpulos forzados que nos hacen alejarnos de ese ideal y su real significado.
En el mundo de hoy se vive una vorágine de hedonismo. Esa misma vorágine es la que nos hace tergiversar y tranzar muchos principios, cambiar paradigmas, pasar por alto situaciones y poner por "normal" una serie de cosas que derechamente no lo son. Esta nueva sociedad moderna, en la cual se pretende conseguir todo de manera instantánea y sin esfuerzo nos ha sumido en un gran letargo valórico. Es nuestro deber despertar de aquel embate y poner manos a la obra con la pureza de nuestro lado.
¿Pero qué es ésta pureza?
Generalmente se la asocia con la castidad, lo cual es correcto y es una opción maravillosa de tomar como joven católico, pero su esencia va más allá de eso; la pureza no es un estado de iluminación máximo ni es algo que nos haga seres ajenos a lo humano. Al contrario, debe despertar en nosotros una preocupación especial por lo que sucede con el hombre como individuo y la sociedad en todo su conjunto.
 El pecado le hace daño. La pureza nos invita a combatirlo, nos llama a una intensa contienda que no se libra con violencia, se combate desde el íntimo amor de Dios; un amor que perdona y  libera, pero que es implacable con el pecado, que no se doblega ante la injusticia, ante la inequidad social, la guerra, el hambre, la opresión y tantos males que salen del odio y del pecado. Luchar en esta contienda no es fácil, las tentaciones aparecerán en el camino y tendremos que hacerles frente con valentía, entusiasmo y fe. La pureza no trae languidez ni forma -como dije anteriormente- seres etéreos alejados de todo. Sería un gran error caer en ello e ignorar la gran significación, sentido y responsabilidad social que conlleva vivir puramente. Vivir la pureza es vivir en plenitud y  con miras a la santidad. Una santidad con los pies en la tierra; vivir lo que hay que vivir, reír lo que hay que reír y evitar situaciones que nos lleven a pecar. Ser capaces de sobreponernos al odio y combatir el pecado.
 La responsabilidad de vivir de esta manera es tal, que no basta solamente con la interioridad de cada uno; sino que debemos predicar con el ejemplo una vida pura, llevar a todas partes la chispa de la alegría, la tranquilidad del buen juicio y la fuerza de la contienda traducida en amor, en amor y nada más que amor.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

martes, 21 de junio de 2011

La misión social del universitario

Hace sesenta años atrás, el Padre Hurtado daba un retiro a los jóvenes de la Acción Católica y les hablaba de la misión social del universitario. Tema que en ese entonces era de suma importancia y que hoy, más que nunca adquiere un significado trascendental producto de la situación actual que vivimos como país.

Se habla mucho de acción social, hemos visto muchas instancias en que nos hemos movido por el prójimo como voluntarios en distintas campañas de la más diversa índole; Aquellos voluntarios en su mayoría eran secundarios y universitarios que se daban por la sociedad, gente que estudiaba en colegios, institutos y universidades.
Ellos, como San Alberto decía “Deben tener una preocupación especial por estudiar su carrera en función de los problemas sociales propios de su ambiente profesional.” Y esa preocupación los llevo a tomar un martillo, una Biblia, un libro para enseñar a leer, o lo que tuvieran a mano para servir a los demás. No dudaron en decirle al Señor un sí fuerte y claro, ir a donde se les llamaba y servir en alegre sacrificio.

¿Pero cuál es la primera misión del estudiante?
Naturalmente, es la de su formación intelectual. El joven católico debe ser un estudiante y un estudiante constante. Aprender, leer, escribir, nutrirse de información que sirva para sus estudios, para su carrera y que la misma sea un servicio a los demás. Si se va a hacer acción social sin una base intelectual se está haciendo un trabajo vacío, un trabajo sin fundamento. Por eso es muy importante saber para qué se está haciendo lo que se está haciendo. La formación intelectual es un pilar en esta materia.
Hay quienes dicen que la formación intelectual viene primero, seguida de la espiritual y por último –cuando el individuo está plenamente formado- la social, pero la formación intelectual nuevamente es vacía y sin sentido si no es complementada desde siempre con la espiritual y la social. No se puede concebir una sin las otras dos latientes en unidad.

No es que la misión social del estudiante vaya separada de la misión formativa del mismo, ya que no se debe interrumpir el estudio para actuar con caridad, se debe actuar con caridad en el estudio. Hay que preguntarse constantemente ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Imitar a Cristo en el actuar diario, en la rutina, en lo cotidiano y volverse a preguntar ¿Qué haría Cristo en mi lugar de ESTUDIANTE?

Lo primero y más importante es ser consientes y estar atentos de la realidad social que nos rodea. Para eso el Padre Hurtado, siendo un joven estudiante de derecho pasaba tiempo en los Patronatos, prácticamente los lugares más marginales de la ciudad. Estaba con la gente pobre para vivir en carne propia lo que ellos vivían a diario, ellos fueron sus formadores intelectuales, espirituales y sociales. No bastaba la limosna que muchas veces carece de sentido, se involucraba en aquellos lugares para en medio de la acción social encontrar a Dios en el rostro de esa gente.

La misión social del estudiante es reconocer que los problemas sociales deben tener soluciones SOCIALES apoyadas en las instituciones, debe acompañarse de la conciencia y la estructura social. Aquellos problemas son morales, hay que tener interés en los medios prácticos para solucionarlos.
El estudiante es el cerebro, el obrero intelectual. Traduce problemas en soluciones técnicas, factibles.

La misión social del estudiante, del universitario es involucrarse en, por y para Cristo en los problemas que afectan a nuestro prójimo.
La vida del estudiante debe ser, cómo decía el Padre Hurtado “Una misa prolongada”.



Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

Lo UnU

domingo, 12 de junio de 2011

El mundo necesita del Espíritu Santo


La fiesta de Pentecostés es un día lleno de júbilo, celebramos que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y les dio los distintos dones para predicar con fuerza y alegría el Mensaje de Cristo. Pero no hay que olvidar un detalle muy importante, los dones fueron recibidos mientras los discípulos se encontraban encerrados, en compañía de María, por temor a la persecución que sufrían a causa de su fe. Una situación de dificultad que si bien no en la misma medida, estamos viviendo nosotros hoy como Iglesia chilena y del mundo.
La valentía y entuciasmo que recibieron para salir afuera a predicar a todo el mundo, a sanar enfermos, expulsar demonios y perdonar pecados, con el riesgo asumido de caer en manos de sus perseguidores debe ser un ejemplo para nosotros. Henchidos del Espíritu Santo los discípulos rompieron todas las ataduras del miedo y la cobardía que se enconan en el corazón con tanta facilidad. Hoy más que nunca necesitamos  renovarnos en esta Pentecostés, que el Santo Espíritu nos lave por dentro y nos de nuevas fuerzas para salir y predicar; predicar con el ejemplo, con la amistad, con el trabajo, el estudio, con el amor, con la alegría y con todas nuestras expresiones y actividades que realizamos a diario.

Los dones que se reciben de esta nueva Pentecostés no deben quedarse en nosotros y dejarlos en una repiza como si fueran premios o trofeos de alguna competencia ¡Claro que son premios! Dios te ha dado dones únicos para que los pongas en servicio a los demás. Necesitamos que el Fuego del Espíritu Santo llegue a todos los rincones de la tierra y eso no puede ser posible si no pones de tu parte. La realidad que estamos viviendo como país -movilizaciones estudiantiles, conflicto mapuche y la inmensa inequidad social y de acceso a los servicios- hace que nuestra acción se vuelva una urgencia. No hay que hacer oídos sordos ni jugar a ser ciegos con lo que está pasando aquí y ahora; debemos actuar con fuerza desde el amor de Dios para hacer frente a estos males que aquejan a nuestra gran comunidad. Hacerles frente llenos del Espíritu como lo estaban los apóstoles y abrir sendas de solidaridad, entendimiento y cariño en medio de tanta violencia, de tanto odio, de tanta desconfianza, de tanto desamor.
 Pidamos al Padre que nos de entendimiento, fortaleza y  piedad para llevar Su Mensaje a todos los rincones de la tierra.

 Un abrazo en Cristo, gracias por leer. 

sábado, 28 de mayo de 2011

Amor

"Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor."

Juan 15:9-10.

Muchas veces hemos oído hablar sobre el amor, es un tema que no deja a nadie indiferente porque es propio de la naturaleza humana. Todos amamos; amamos a nuestros amigos, amamos a los animales, a un deporte, a una persona, a un país, a una canción, a un libro.
Todos esos “amores” son muy buenos para el alma, nos ayudan a desarrollarnos y a crecer, pero el amor del que nos habla Cristo en el pasaje bíblico del comienzo es un amor que trasciende todo lo humano y material, es un amor que no tiene límites porque es eterno.
¿Han visto  la pasión, entrega y devoción con la que se tratan los novios? Debemos tomar ese sano amor como ejemplo para nuestras vidas, usar ese fuego para todos los aspectos de nuestra existencia, porque el amor no se limita o resume a una relación de pareja –Que es una de sus muchas muestras- el amor es, en una sola palabra: DARSE. Darse con dirección y sentido, ya que de lo contrario estaríamos perdiendo el tiempo actuando en empresas que no valen la pena, o hablándole a las paredes. Debemos darnos en muchos aspectos de la vida y en esa acción está intrínsecamente el amor de Cristo que se encuentra latente y vivo.

Amar es servir, pensar en los demás es sentir ese fuego que se encuentra en cada una de las acciones que se hacen por y para amar. Mirar a nuestro alrededor, reconocer los males que afectan a nuestra sociedad y actuar para hacerles frente. Luchar por cada una de las injusticias, pero hacerlo con un amor íntimo y ardiente, que tu llama encienda tantas otras que compartirán este sentimiento tan potente. Luchar con amor es distinto a luchar con violencia y odio; abres el diálogo y las mentes de los demás. Si estamos en el amor de Cristo y nos sabemos amados por Él, podremos hacer de sus manos las nuestras y de su voz una con la de nosotros.

¡Ama y comparte! Da todo tu amor a quién lo necesite y lo pida, porque es Dios quién lo pide a través de esa persona. No dejes que la semilla se pierda, tú tienes dones que el Señor te ha dado para que ames más y mejor. Aprovéchalos y ponlos en servicio a los demás. Amar es compartir, es darlo todo como Jesús lo dio clavado en aquellos palos cruzados: la expresión máxima de amor…sacrificio. ¿No te da cosa al leer esa palabra? Sí, es fuerte decir “sacrificarse por los demás”-aunque sabemos que no nos vamos a morir por hacerlo, no vamos a tapar una bala con nuestro cuerpo como en las películas- Quizás te da “cosa” leer ésta palabra porque significa una serie de compromisos para ti,  entregar tiempo, ganas, trabajo, lealtad, sueño, constancia, esfuerzo y un largo etcétera de “requisitos” que vienen con la palabra SACRIFICIO. ¿Pero has pensado lo hermoso que es hacerlo y lo gratificante que es? Créeme que vale la pena hacerlo y hay muchas maneras: voluntariado, misiones, vida consagrada, educación, salud, matrimonio, acción social, intelectual, deportiva y muchas más que dependen de tu creatividad. Para amar hay que disponer de todas las herramientas necesarias y una vez con éstas lanzarse a la aventura del sacrificio, del alegre sacrificio.

Platón dice "El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido."  Debemos reconocer que es Dios quien nos pide amar a los demás y respondiendo a ese llamado actuar con pasión, pero no con una pasión que nos ciegue y nos haga “amar por amar”. Dios se encuentra en cada una de las acciones que se hacen por amor; y aquellas acciones deben ser las que ponemos en práctica desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, cuidar que todo siempre lo hagamos por amor, con una sonrisa en la cara y sin esperar ninguna recompensa a cambio. Porque la recompensa nos espera en la Casa de Dios, no en la tierra de los hombres.
Pidamos siempre a nuestro Padre Dios actuar con amor.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.


sábado, 7 de mayo de 2011

Embarcarse hoy: Navegar contra el viento

Hace unas semanas atrás, caminaba por las atestadas calles del centro de Santiago con un compañero de universidad en busca de algún puesto de comida para comprar nuestro almuerzo. Entre conversa y conversa salió el tema de la Iglesia, y lo que pensé sería un descarnado debate, terminó siendo para mí una positiva oportunidad de reflexión y de íntimo dialogo con el Señor; mientras nos sentábamos en el ruidoso restaurante, él me decía -sin disimular un tono socarrón- "Tú vas a la iglesia con la misma pasión que yo al estadio. La diferencia es que yo voy al estadio una vez a la semana". En ese momento me reí y seguimos conversando cosas banales mientras comíamos.
Camino a mi casa, la frase volvió a aparecer entre pensamientos. "Tú vas a la iglesia con la misma pasión..." Esa frase que dijo mi amigo -seguramente sin aspirar a ser más que un chiste- me ha hecho meditar todo éste tiempo. ¿Si él dijo eso es porque ha visto un fuego en mi interior? ¿Verdaderamente transmito la alegría de ser hijo de Dios? Esas preguntas y las respuestas que ellas han tenido son un fuerte motivo para reivindicar mi compromiso con Cristo, de decirle aun más fuerte "Aquí estoy, Señor. Aquí me tienes para hacer Tu voluntad."
Y es así que hoy he decidido embarcarme, ir mar adentro en busca total de Cristo, inserto en una sociedad en que es raro hacerlo, en donde hay muchas "voces" que te invitan a seguir distintos caminos; a veces  engañosos, pero otras veces enriquecedores y positivos. Discernir por donde ir es vital en estos tiempos.Al adentrar la barca viajaremos por aguas hermosas y tranquilas, pero también supone un riesgo; vamos a navegar contra viento y marea. Vamos a exponernos -porque como dice un amigo sacerdote, amar es exponerse, es mostrarse sin murallas. Tal como uno es, quedando expuesto a todo.- a dificultades, tentaciones, tragos amargos y muchas situaciones difíciles. El sustento de la barca será la fe. Debemos serle fiel a Dios en todos los aspectos de nuestras vidas, de esa manera podremos encausar bien la barca y mantenerla estable, pero también debemos estar dispuestos a su voluntad, podemos sentirnos seguros del rumbo que llevamos, pero Él puede enviar una corriente de viento que nos saque de la ruta y nos lleve a la Suya. Dispuestos a navegar por aguas turbulentas y dirigir la proa hacia el norte que Él quiere que sigamos. En este viaje hay que ser radical, estar listos para afrontar críticas, tormentas, vientos huracanados y un sinnúmero de dificultades que se nos irán presentando en el Camino. Ser radical no significa ser ciegos, debemos ir leyendo los signos de Dios a la par de los signos de los tiempos y equilibrar nuestras acciones. Nunca dejar que el timón de la barca lo tomemos completamente nosotros o terceros, que el timón de la barca lo tome con una mano Dios y tu con la otra.
Pidamos a Dios que sea nuestro norte en ésta aventura.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

sábado, 23 de abril de 2011

El Sábado Santo de la Iglesia chilena: La esperanza contra toda esperanza.

Hoy es Sábado Santo, el sepulcro de Jesús está cerrado a cal y canto. Murió, sus discípulos se dispersan con temor a los judíos y al inclemente ejército romano que ocupa las tierras de Judea. Tienen miedo, se sienten desamparados, temen correr la misma suerte que su Maestro ¿Pero vale la pena seguir luchando en una sociedad que te condena a muerte por seguir las enseñanzas de Cristo ? Ese temor que nos suena tan a pasado, tan a historia bíblica es el que ciertamente hoy experimentamos muchos de nosotros en estos tiempos que se ha querido -y en muchos casos se ha logrado- poner a la Iglesia en jaque frente a un tema que no es ajeno a nadie y que me gustaría tratar con mucho respeto, pero con un aire denunciante desde el amor de Dios; los abusos del clero. Es algo muy complicado de tratar, ya que despierta en la gente ideas de frustración, rabia, desencanto y muchos otros sentimientos. Se ha visto constantemente en las noticias cómo van avanzando los casos ya conocidos y a raíz de ello se van descubriendo otros.
También hemos tenido la oportunidad de escuchar críticas muy constructivas de gente que no necesariamente es católica, pero también hemos vivido -más que críticas- ataques deliberados por parte de otras personas -Como las conocidas declaraciones de James Hamilton en el programa Tolerancia Cero- Pero mi idea no es concentrarme  en esas cosas, sino hablar sobre cómo podemos entender, afrontar y enfrentar esta situación. Frente a esto hay dos opciones, las cuales son maximizar lo ocurrido o bajarle el perfil minimizando las cosas. Pienso que ambos extremos son igualmente negativos, por un lado tenemos a el atacante implacable y por el otro a la persona que peca de ingenuidad en pensar en que es simplemente un impasse de nuestra Iglesia Madre. Dios nos exhorta a la paz, pero la paz de  Dios nos llama a la lucha y a estar atentos; como jóvenes debemos dar un testimonio de alegría y entrega, que la gente nos vea y piense que somos verdaderamente seguidores del Mensaje de Cristo, que estamos apoyando a nuestra Iglesia hasta en los momentos más difíciles, que brillamos como antorcha. 
Lo que le choca mucho a la gente -a todos, realmente-y que también hace daño y aleja es la incoherencia. Estamos en un mundo en donde es "normal" ver que la gente dice algo y hace otra cosa completamente distinta, es por eso que también es muy difícil defender a la Iglesia cuando también es "común" estar fuera de ella, ya que vivimos en una sociedad completamente secularizada. Cuando se defiende nuestra fe hay que dar razón a su esperanza, y la razón de la esperanza no es solamente la de los argumentos racionales, la de los datos duros o las estadísticas, sino que la de nuestro propio testimonio. De nuestro testimonio del amor y ese amor nace del corazón de Cristo, porque es un amor verdadero hacia la Iglesia y hacia nuestros hermanos. Hemos de condenar estos aberrantes hechos, pero no por eso debemos hacerle guerra a la Iglesia, sino que todo lo contrario: Acompañarla. 
Hay que tener esperanza, una esperanza que ciertamente va contra toda esperanza, pero recordemos que los discípulos de Jesús recibieron las energías para salir y predicar su Evangelio cuando se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Pidamos a Dios que llene nuestro corazón de valentía y entusiasmo, que le dé consuelo a las víctimas, paz a los afligidos y entendimiento a quienes lo necesitan.




Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

viernes, 22 de abril de 2011

La cruz del amor y la entrega

Hoy, Viernes Santo, nos encontramos con un Jesús despojado de toda dignidad; traicionado por uno de sus amigos, torturado y sometido a un juicio en donde todos confabulaban en su contra. Así fue tratado como el más vil y ruin de los ladrones y castigado con la muerte en cruz.
Jesús sufrió todo esto, vio frente a sus ojos desmoronarse años de intensa lucha y entrega, de amor y de un camino que dejó para que nosotros lo siguiéramos, sin embargo, Él sabía que todo eso debía pasar para que el hombre pudiera redimirse. Jesús murió perdonando a sus captores y a quienes le dieron la espalda, jamás negó ni una sola de las acusaciones ni tampoco discutió a sus jueces sobre tal injusta condena. Amó y perdonó hasta el último instante de su vida, eso nos hace pensar en el infinito misterio de su pasión, y en la manera en que debemos vivir todos los días de nuestras vidas; amando y perdonando. El misterioso dolor de la cruz debe ser para nostros una oportunidad de volver a reflexionar sobre cómo Jesús nos amó y dio su vida por nosotros, teniendo a Cristo delante hay que mirarlo en su dolor y aquello que parece invencible en nuestra vida lo podamos entregar y podamos entender un poco más que significa el sacrificio de la cruz.

Hoy no es un día de luto ni de amargura, es un día en donde el amor se manifiesta en su más pura expresión: el sacrificio. Cristo no ha sido vencido, sino que es un vencedor ¿Vencedor de qué, clavado allí arriba? -Se preguntarán algunos- Él ha vencido al pecado y nos ha invitado a la vida eterna, que confirma su amor en esos palos cruzados, desde la cruz libera, enseña y reconcilia.

Jesús murió con los brazos abiertos para que nosotros no vivamos con los brazos cruzados; Su infinito amor nos deja muchas lecciones, pero para mi la más importante es la de la entrega desinteresada y el camino que nos deja para seguir. Vivamos como Él murió, perdonemos, amemos y compartamos con todos nuestros hermanos la alegría de ser hijos amados por Dios.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

domingo, 27 de marzo de 2011

"Cuarenta días para cambiar historias"

Nos encontramos en un tiempo litúrgico que para mi y que para muchos otros tiene un significado trascendental: la Cuaresma, tiempo en que nos preparamos para la Pasión del Señor, cuarenta días en que nos preparamos para revivir y reflexionar una vez más en torno al inmenso sacrificio que Cristo hizo por nosotros.
La cuaresma es un tiempo de reflexión y renovación de la Iglesia entera, renovar la fe y las energías. Pero también es una excelente oportunidad para redescubrir el amor de Cristo que día a día nos acompaña y que se sacrificó para que nosotros podamos vivir en libertad.
Redescubrir ese amor supone ponerse a entera disposición de cambiar al "hombre viejo" que tenemos dentro de nosotros y comenzar a mirar las cosas desde la óptica de Dios, empezar a caminar el camino de Cristo -que a veces es árido y difícil-  pero que vale inmensamente la pena. El eliminar de uno a ese hombre viejo es renovarse cara a Cristo, pero por eso mismo no podemos quedarnos en nuestro "metro cuadrado", esta transfiguración no puede ser ajena a nuestro prójimo, que la necesita tanto como nosotros.
Me gusta mucho el lema que la Iglesia nos ha propuesto para la Cuaresma de éste año "Cuarenta días para cambiar historias"; historias tanto personales como de nuestro entorno. 
Les dejo esta pequeña reflexión para pensar sobre qué y cómo podemos cambiar historias en estos dos domingos que nos quedan y no solamente en éste tiempo, sino que toda la vida.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.

viernes, 4 de febrero de 2011

La Creación

El contemplar el infinito horizonte que se extiende tras el océano, me hace pensar que la creación de Dios es mucho más grande, más imponente y más majestuosa de lo que nosotros estamos acostumbrados a vivir. Es decir, en la ciudad donde nosotros hacemos nuestras vidas, estamos frente a un paisaje estático, sin cambios. En cambio, al irse fuera de la urbe y adentrarse en lugares que no han sido  tocados por la mano del hombre, uno puede encontrarse con esa naturaleza que pide a gritos ser aprovechada, ser vista, ser vivida. Es Dios quien se hace presente en el viento que mueve los árboles, en las olas que rompen en las rocas y en los atardeceres que se presencian en silencio. ¿Hemos mirado atentamente la bella fragilidad de la flor del campo? Muchas veces hasta la pisotean, ignorándola.  Hemos de cuidar nuestro entorno y ser conscientes de que en todas las cosas que hay en esta tierra, está la esencia de Dios.
Es así, entonces que ninguna de sus obras puede ser maltratada o mirada con desprecio. Por el contrario, debemos aprender a mirarlas con cariño y descubrir la hermosura que ellas poseen.
Tenemos que confesarlo. Hemos perdido la capacidad de contemplar la creación que el maestro nos enseñó. No nos queda tiempo para mirar la flor, ni para levantar la vista y mirar el vuelo de los pájaros. No sabemos distinguir el sauce llorón del sauce amargo. No sabemos cuál es el tiempo en que florecen los aromos o dan frutos las higueras. Nos inundamos de cemento, de cristales, o de árboles alineados como un escuadrón. No circula el viento en nuestras calles, no subimos al monte porque no nos gusta mirar en perspectiva.
Preferimos la chatura de las murallas ¡Si hasta el aire hemos perdido!
Debemos volver, como hermosamente nos enseñó Francisco de Asís, a decir “hermano” al sol, a la luna, al lobo, al agua, al fuego, al viento, al árbol, al caballo y a la flor. La fraternidad universal no es sólo la de los seres humanos de cualquier raza o condición. Hay una fraternidad con los seres vivos e inertes que es preciso descubrir y predicar. Los animales y las plantas tienen derecho a la vida. Y la Iglesia quiere también, así como se proclama defensora de los derechos del hombre, ser reconocida como la defensora de los derechos de la tierra, de los derechos de los árboles, de los derechos de los animales y hasta de las piedras, los mares y los ríos.


Un abrazo en Cristo, gracias por leer.