miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mes de María


No es casualidad que el Mes de María sea en esta maravillosa estación primaveral, abriendo los brazos al tiempo estival. Las flores, el canto de las aves, los árboles, la brisa cálida, la risa de los niños y el radiante sol que ilumina nuestros días nos quieren decir algo. Nos quieren decir que hay una mujer que siempre nos ha querido, que nos acompaña desde que éramos niños y que nos ama y protege del mal con un amor fraterno, con un amor de madre.

El Mes de María es una oportunidad para acercarnos y conocer más a nuestra Madre de los Cielos, ella va a estar con los brazos abiertos para recibirnos en su regazo y entregarnos todo su cariño, sólo tenemos que entregarnos a ella y apelar a su divina gracia y amor.

Hay que serle fiel a María, y sobre todo imitar la valentía con la que dijo un fuerte y claro SÍ al Señor. Su santo testimonio debe ser un gran estímulo para nuestra vida espiritual. Cuando el Ángel fue a visitar a la joven virgen, ella se preguntó que cómo podía ocurrir tal milagro en ella, pero el Ángel le dijo que tuviera fe en Dios en su plan y desde ese momento María sirvió al Reino con un fervor santo. En nosotros la cosa no es muy distinta; cuando Cristo nos dice “Sígueme”, se nos hace difícil comprender esta proposición, nos confundimos, pensamos “¿A mí, Señor, con tantas falencias que tengo?”; ¡Sí! El Señor te necesita con todas tus falencias y virtudes para cumplir la misión que te tocó realizar en esta tierra, hay que acordarse de la fuerza de María al aceptar la suya –que era muuucho más difícil que la nuestra-  y pidiéndole a ella que nos aliente en el cumplimiento y en el desarrollo de nuestra misión, y siempre recordar  la Promesa que María hizo al Padre, debe ser un ejemplo para nuestros pasos hacia Dios, tener siempre a María presente en nuestra oración, porque ella siempre escuchará con eterna paciencia lo que tenemos para decirle.

Hay que reflexionar sobre el rol que María juega en nuestras vidas ¿La tenemos solamente en un altar, una figura, una estampita? ¿Forma parte gravitante de nuestras oraciones? ¿O simplemente a veces nos acordamos de Ella en tiempos de necesidad?
María es la forjadora de nuestro camino, de nuestra alma y de nuestra Misión. La figura de nuestra Reina y Madre debe ser motivo más que de devoción de IMITACIÓN, porque la devoción puede quedarse en las palabras bonitas, llenas de flores y decorado; pero a veces vacías. En cambio, la imitación supone integrar todos estos elementos en una acción ferviente y constante de servicio y entrega de todos los talentos, emociones, alegrías, logros, metas, fracasos, temores, anhelos y esperanzas.
Hemos de imitar en todos los aspectos de nuestra vida la desinteresada labor de la Virgen, el gran ejemplo de vida que ella nos muestra y nos invita a seguir. No hay que tener miedo en hacer estas cosas, pues haciéndolas vamos a mejorar todo lo que hay a nuestro alrededor; la vida nuestra y la de nuestro prójimo.
Tengamos a María como nuestra Madre celestial y como nuestra Compañera de Camino, como nuestra guía en los momentos de dificultad y nuestra alegría en los momentos de triunfo.
Encomendémonos a María y a Cristo para que cada día nos ganemos el Cielo cada vez más con ayuda, intersección e imitando a Ella.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer

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