domingo, 8 de julio de 2012

Amigo de los sencillos.

"Cada vez que hayan hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, lo han hecho Conmigo."

Juan 12, 1-11.


El Nuevo Testamento recorre la vida de  un Jesucristo itinerante, de un incansable viajero que llevaba la Buena Noticia de un Dios que salva, de un Dios que perdona, de un Dios que ama a todos sus hijos con un amor inmensamente sobrecogedor. El Nuevo Testamento nos muestra a un Cristo que camina entre los humildes poblados de Galilea, entre los bulliciosos mercados, entre las caletas de pescadores, entre los cobradores de impuestos, entre las polvorientas calles, junto a los leprosos, los niños, las viudas y los pobres.
Jesús no niega su amor a nadie, no lo priva, no pone requisitos, pero lo abre especialmente a los marginados de su tiempo; los judíos en su tradición religiosa y social consideraban a los pobres, a las mujeres solas y a los enfermos como personas inferiores, y por tanto, con una dignidad inferior -y en algunos casos, indignos e indeseables-. Jesús viene a romper con esos paradigmas. Él, arriesgando su nombre y su prestigio de parte de sus pares y contemporáneos se dedica a curar a los enfermos, a darle esperanza a los pobres, a acompañar en el dolor a las viudas, y no sólo eso, sino que anuncia la llegada del Reino de Dios para ellos -Lo que debió haber sido un escándalo para los Fariseos y Maestros de la Ley-. Jesús proclama el Reino para los pobres, los pequeños y los marginados, para los que sufren, para los oprimidos por la injusticia. El Reino de Dios es para todos, ¡pero con cuánto más gozo lo reciben aquellos pequeños! Los dignifica, los levanta, les vuelve la vida y los hace felices.
Cabe preguntarnos ¿A quién les anunciaría hoy Jesús el Reino? Nuestras sociedades han avanzado, nos hemos ido tecnologizando cada vez más y más, los "estándares de desarrollo" van por las nubes ¿Pero quiénes están debajo de todos esos gráficos, detrás de todas esas cifras? Hay personas sin techo, indígenas violentados, minorías ignoradas. Sin duda, Cristo hoy estaría anunciando el Reino en las poblaciones, en las comunidades indígenas, en las plazas, en las calles. Las marchas, la fábrica, en la ribera del río Mapocho.
Cristo hoy se sentaría a la mesa con los drogadictos, los indigentes,  las prostitutas. Compartiría el pan con los indeseables, anunciaría el Reino a los pequeños de nuestra sociedad.
Pidamos a nuestro Padre Bueno que nos de la gracia de salir al encuentro de nuestros hermanos pequeños y construir el Reino en la tierra.

Un abrazo en Cristo, gracias por leer.






2 comentarios:

  1. Gracias a ti Jarry!!... y al Padre Felipe por esta pregunta tan importante para nosotros, "seguidores de Cristo" ¿dónde estaría Él?.
    Aunque sea pegarse una cachetada interior preguntarse esto...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De nada, Belén! Como verás, me quedó dando vueltas la homilía del otro domingo,jaja.

      Eliminar